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Camboya y los jemeres rojos (y III) – Los poderosos aliados de Pol Pot

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El 26 de noviembre de 1975, siete meses después de que los jemeres rojos tomaran Phnom Penh, el secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger y el ministro de Asuntos Exteriores tailandés Chatchai Chunhawan mantuvieron un “almuerzo informal” en la residencia del primero en Washington. Durante la conversación, Kissinger le pidió a Chatchai que les comunicara a los jemeres rojos que Estados Unidos, su antiguo enemigo, ahora quería ser su “amigo” [pdf] y añadió: “son unas bestias asesinas, pero no dejaremos que eso se interponga entre nosotros, estamos dispuestos a mejorar nuestras relaciones con ellos”. Además, Kissinger expresó su deseo de que Laos y Camboya se mantuvieran en la órbita china y actuaran como un “contrapeso” a Vietnam (y su principal aliado, la Unión Soviética) en la región.

Un grupo de guerrilleros se dispone a recibir al presidente del Gobierno de Coalición de la Kampuchea Democrática, Norodom Sihnaouk, en un campamento de la selva camboyana, el 7 de febrero de 1984 (AP Photo/Gary Mangkorn).

Aquélla conversación extraoficial, que no se haría pública hasta 2004, contiene algunas de las claves que explican las políticas que los diversos gobiernos de Estados Unidos, China, Tailandia y otros países adoptarían con respecto a Camboya y los jemeres rojos durante los siguientes tres decenios. Aquellas políticas, en las que primaban ante todo los intereses geoestratégicos de las grandes potencias, fueron las que  hicieron posible la guerra civil que se prolongó en Camboya durante varios años tras la caída del régimen de Pol Pot y que no se haya juzgado a ningún alto cargo de los jemeres rojos hasta ahora.

El 7 de enero de 1979 el ejército vietnamita, con la ayuda de algunos desertores camboyanos liderados por Heng Samrin, tomó Phnom Penh tras una rápida ofensiva en Camboya. La Kampuchea Democrática de los jemeres rojos había llegado a su fin y se instaurauba la República Popular de Kampuchea con Heng Samrin como presidente. Aunque las tropas de Pol Pot sufrieron una aplastante derrota que en condiciones normales hubiera supuesto su final, pudieron recuperarse gracias a las ingentes cantidades de ayuda económica y militar que recibieron y que les permitieron librar una guerra contra el Gobierno de Samrin (y después el del actual primer ministro Hun Sen) durante años.

En el contexto de la guerra fría y tras la humillante derrota de Estados Unidos en Vietnam, los jemeres rojos pudieron sacar partido a una situación internacional sumamente propicia. La “ruptura chino-soviética”, que enfrentó a las dos principales potencias comunistas, se había consumado a finales de los sesenta y Estados Unidos y China habían iniciado un proceso de acercamiento que había comenzado a consolidarse con la espectacular visita del presidente Richard Nixon a China en 1972, durante la cual fue recibido por Mao Zedong. Al mismo tiempo, China estaba mejorando sus relaciones con los países del Sudeste Asiático pertenecientes ala ASEAN, especialmente con Tailandia, el principal aliado de Estados Unidos en la zona.

Los jemeres rojos de Pol Pot eran los más firmes aliados de China en la Indochina de los años setenta, mientras que Vietnam trataba de mantener un precario equilibrio entre la Unión Soviética y China, ya que ambos le habían ayudado en su guerra contra Estados Unidos. Cuando la guerra finalizó en 1975, Vietnam intentó normalizar sus relaciones con Estados Unidos, pero éste se negó a cumplir las vagas promesas que había hecho Nixon en 1973 de ayudarle a reconstruir el país y ese acercamiento no llegó a producirse. Tras más de tres décadas de guerra, Vietnam necesitaba ayuda urgentemente para poner la economía del país en marcha; China no podía proporcionársela y Estados Unidos se negaba a hacerlo, por lo que hubo de recurrir a la Unión Soviética, lo que le pondría en contra a las otras dos grandes potencias.

Cuando Vietnam inició la invasión de Camboya a finales de 1978, China, Estados Unidos y Tailandia dedujeron que todos sus temores habían estado fundados. Según ellos, la invasión demostraba que: (1) la URSS quería extender su influencia en todo el mundo, lo que preocupaba especialmente a China y Estados Unidos, (2) la “teoría del dominó” que había servido como justificación de la intervención norteamericana en Indochinaera  correcta, lo que suponía una legitimación a posteriori de la guerra de Vietnam para quienes seguíabn defendiéndola en Estados Unidos y (3) el verdadero propósito de Vietnam era crear una Federación Indochina y dominar Laos y Camboya, lo que preocupaba especialmente a Tailandia, enemigo histórico de Vietnam.

Ninguno de ellos tuvo en cuenta ni el carácter genocida del régimen de Pol Pot ni el hecho de que la invasión era una respuesta a los brutales ataques contra territorio vietnamita que el ejército camboyano llevaba lanzando desde al menos 1977, en los que habían muerto miles de campesinos vietnamitas, que el Gobierno de Vietnam había tratado de negociar una salida pacífica al conflicto con su antiguo aliado Pol Pot, ni que Vietnam nunca había tenido intención alguna de crear una Federación Indochina, ya que después de la guerra su único objetivo era emprender la reconstrucción de una economía devastada. [Véase el libro Red Brotherhood at War: Vietnam, Cambodia and Laos since 1975, de Gran Evans y Kelvin Rowley]

Tergiversando o ignorando algunos hechos cruciales para que la situación encajara con sus respectivos prejuicios e intenciones, China, Estados Unidos, Tailandia y otros muchos países decidieron que Vietnam era el país agresor de un estado soberano y legítimo (cuyo régimen dos de ellos habían combatido tan sólo cinco años antes) y que era necesario expulsarlo a cualquier precio de Camboya, sin importarles que ese precio pudiera ser volver a otorgar el poder a los genocidas jemeres rojos.

Manteniendo con vida a los jemeres rojos

Como cabía esperar, el Gobierno chino, el principal patrocinador de Pol Pot desde hacía años y su mayor fuente inspiración ideológica, fue el principal proveedor de armamento y ayuda económica de los jemeres rojos durante los años de la guerrilla tras la caída de la Kampuchea Democrática y además emprendió una breve guerra contra Vietnam en febrero de 1979. El objetivo de aquella guerra, que consistió en una serie de brutales ataques contra el norte de Vietnam a lo largo de toda la frontera con China en los que murieron decenas de miles de civiles, no era otro que “dar una lección” a su vecino del sur como represalia por la invasión de Camboya y los maltratos infligidos a los habitantes chinos de Vietnam tras la toma de Saigón cuatro años antes.

Mientras tanto, Tailandia ofrecía su territorio a los jemeres rojos para que se reagruparan y establecieran campamentos desde los que pudieran lanzar sus ataques contra el régimen de Heng Samrin. Además, la colaboración con la guerrilla resultó ser sumamente lucrativa para muchos tailandeses, que se enriquecieron enormemente con el comercio transfronterizo, especialmente cuando los jemeres rojos lograron apoderarse de la provincia de Pailin, rica en piedras preciosas. Tailandia colaboró con Pol Pot pese a que sus tropas habían emprendido numerosas incursiones en las provincias orientales de Tailandia (cuya población es mayoritariamente jemer) durante el periodo de la Kampuchea Democrática, incursiones que el Gobierno tailandés atribuyó a “elementos descontrolados” de los jemeres rojos, exonerando así al Gobierno central camboyano.

Otro importante aliado de los jemeres rojos durante años, quizá el más relevante desde el punto de vista diplomático, fue Estados Unidos. Según el periodista australiano John Pilger, el Gobierno estadounidense proporcionó a las guerrillas de Pol Pot [pdf] 85 millones de dólares entre 1980 y 1986. Además, Estados Unidos creó el Kampuchean Emergency Group (KEG) para controlar la distribución de ayuda humanitaria occidental en los campos de refugiados en Tailandia, la mayoría de los cuales estaban férreamente controlados por los jemeres rojos. En 1980, por ejemplo, Estados Unidos presionó al Programa Mundial de Alimentos para que donara alimentos por valor de 12 millones de dólares al ejército tailandés para que éste se los entregara a los jemeres rojos; según Richard Holbrooke, que había trabajado como asesor del secretario de Estado para Asia, se beneficiaron de aquella ayuda entre 20.000 y 40.000 jemeres rojs.

Al mismo tiempo que Estados Unidos utilizaba la ayuda humanitaria como un instrumento político para fortalecer a sus aliados, el presidente Jimmy Carter acusaba a Vietnam de matar de hambre deliberadamente al pueblo camboyano “con objetivos políticos”.  El reparto de la ayuda en Camboya era sumamente difícil: después de una guerra civil y del régimen de la Kampuchea Democrática, era un país destrozado que estaba bajo el control de un país empobrecido que había salido recientemente de una cruenta guerra que había durado más de treinta años y además, tanto Camboya como Vietnam, sufrían un estricto embargo comercial internacional. Por otro lado, la mayoría de los países no reconocían al Gobierno de la República Popular de Kampuchea de Heng Samrin, con la excepción de Vietnam, la Unión Soviética y sus aliados. Heng Samrin y Vietnam tenían toda la razón del mundo en desconfiar de la ayuda que querían prestar unos países que estaban dispuestos a volver a enregar el poder a Pol Pot.

Gracias al apoyo diplomático de potencias como China, Estados Unidos, los países de la ASEAN, Reino Unido (cuyas fuerzas especiales además entrenaron a las guerrillas de Pol Pot durante años) o Australia, los jemeres rojos pudieron conservar el asiento de Camboya en la ONU con el nombre de Kampuchea Democrática. Pero la opinión pública mundial comenzó a tomar cada vez más conciencia de las atrocidades cometidas por el régimen de Pol Pot, por lo que se hizo necesario un lavado de cara. En 1982 se creó el Gobierno de Coalición de la Kampuchea Democrática formada por los jemeres rojos y dos facciones menores no comunistas: el monárquico FUNCINPEC del príncipe Norodom Sihanouk y el Frente Nacional de Liberación del Pueblo Jemer de Son Sann. Aunque oficialmente la coalición estaba presidida por Sihanouk (que ya había sido jefe de Estado durante el primer año de la Kampuchea Democrática), en realidad estaba dominada por los jemeres rojos, que contaban con muchas más tropas sobre el terreno, y seguía ocupando el asiento de la ONU su representante Thiounn Prasith, asesor del ministro de Asuntos Exteriores Ieng Sary durante el régimen de Pol Pot que después residiría en Nueva York al menos hasta finales de los años noventa.

Mientra tanto, la ONU seguía imponiendo embargos comerciales a Camboya y la guerra civil continuaba devastando el país y frenando su desarrollo. Las guerrillas de la coalición llegaron a controlar provincias enteras y todos los bandos sembraron el campo de minas antipersona que todavía matan y mutilan cada año a centenares de camboyanos.

El final de la guerra fría

En 1989, cuando la Unión Soviética había normalizado sus relaciones con China y estaba a punto de implosionar, Vietnam ya no podía permitirse mantener una presencia militar constante en Camboya, por lo que decidió retirarse totalmente del país. Pese al apoyo internacional a los jemeres rojos y al aislamiento del Gobierno, éste consiguió contener a las guerrillas y, dos años después de la retirada de Vietnam, las guerrillas de la oposición sólo controlaban un 10 por ciento del territorio del país. La guerra civil había llegado a un punto muerto. Al mismo tiempo, con la caída de la URSS, Vietnam también tuvo que acercarse a China, que se había convertido en la potencia dominante en la región. Todo ello desencadenó un proceso de negociación que culminaría con la firma de los Acuerdos de paz de París en 1991 entre las cuatro partes del conflicto.

El ejército vietnamita inicia la retirada de Camboya, Phnom Penh, 18 de septiembre de 1989 (AP Photo/Gary Mangkorn).

Debido a las presiones de la ONU, el primer ministro Hun Sen se vio obligado a renunciar a su exigencia de juzgar a los responsables del genocidio de la Kampuchea Democrática para poder negociar la paz. Los acuerdos estipulaban la formación de un Consejo Nacional Supremo provisional integrado por representantes de todas las partes, el compromiso de las facciones en conflicto a desarmarse y la convocatoria de unas elecciones en el año 1993 en las que tendrían derecho a participar todas las partes del conflicto, todo ello bajo la autoridad provisional de la ONU, a través de una agencia especial creada para la ocasión: la UNTAC.

Sin embargo, los jemeres rojos, tras firmar los acuerdos en París y probablemente previendo una derrota en las urnas, se negaron a entregar las armas y decidieron boicotear las elecciones. Durante los meses anteriores a la votación lanzaron varios ataques contra el Gobierno, los efectivos de la ONU e incluso contra civiles. En el peor de todos, mataron a treinta y tres pescadores vietnamitas (entre ellos diez niños) en el lago de Tonle Sap tres meses antes de los comicios.

Finalmente, ganó las elecciones el FUNCINPEC de Norodom Sihanouk por mayoría simple, pero el Partido del Pueblo Camboyano de Hun Sen se negó a reconocer los resultados y obligó a instaurar un Gobierno de coalición con dos primeros ministros: él y el hijo de Sihanouk, Norodom Ranariddh. En cualquier caso, las elecciones supusieron el principio del fin de los jemeres rojos y, aunque aún tardarían algunos años en desaparecer como fuerza política, fue entonces cuando comenzaron a perder sus apoyos entre la comunidad internacional.

Al año siguiente, el Congreso de Estados Unidos aprobó la llamada “Cambodian Genocide Justice Act”, que declaraba que la política de Estados Unidos era “apoyar cualquier intento de llevar ante la justicia a los miembros de los jemeres rojos por los crímenes contra la humanidad cometidos en Camboya entre el 17 de abril de 1975 y el 7 de enero de 1979”, lo que excluía los períodos comprendidos entre 1970 y 1975 (cuando Estados Unidos bombardeó ilegalmente Camboya matando a centenares de miles de civiles) y entre 1979 y 1989 (cuando apoyó activamente a los jemeres rojos). La ley que establecería diez años después [pdf] el tribunal que ahora está juzgando a los altos cargos de la Kampuchea Democrática también determina los mismos límites: el tribunal sólo tiene potestad para juzgar a camboyanos por los crímenes contra la humanidad cometidos durante el periodo en el que el país estuvo cerrado a cal y canto.

Pese a todo, los jemeres rojos aún plantarían batalla al Gobierno camboyano durante al menos dos años más y no se desmantelaría totalmente hasta 1999. En 1996, el ex ministro de Asuntos Exteriores de la Kampuchea Democrática, Ieng Sary, se entregó al Gobierno con las guerrilleros a su mando, lo que supuso un golpe mortal para los jemeres rojos. A cambio, Norodom Sihanouk concedió una amnistía real a Ieng Sary, que había sido condenado a muerte in absentia en 1979 por un tribunal del Gobierno de Heng Samrin, y a sus hombres, muchos de los cuales pasaron a formar parte del ejército regular del Gobierno de Hun Sen.

Ieng Sary es ahora uno de los cuatro acusados que han de comparecer ante el tribunal internacional mixto creado por la ONU y el Gobierno de Camboya en 2004 tras siete años de duras negociaciones. Otros importantes líderes de la Kampuchea Democrática nunca llegaron a comparecer ante la justicia. Son Sen, el viceprimer ministro y ministro de Defensa de la Kampuchea Democrática, fue ejecutado en 1997 junto a diez miembros de su familia por orden de Pol Pot, que sospechaba que pretendía traicionarle. El propio Pol Pot, el máximo responsable del genocidio camboyano, murió el 15 de abril de 1998 en su cama, cuando se encontraba bajo arresto domiciliario tras un juicio celebrado en el último bastión de los jemeres rojos, por el asesinato de Son Sen y su familia. Unas horas antes, la emisora Voice of America, que Pol Pot escuchaba todos los días, dio la noticia de que los jemeres rojos habían anunciado su intención de entregarle para que le juzgara un tribunal internacional.

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